A partir de las 20 se llevará a cabo un acto en el Auditorio del Centro Cultural Municipal. En la ocasión también serán reconocidos los mejores amigos de diferentes instituciones educativas de la comunidad.
Graciela, con su ambo de dibujitos y muchos colores, madre de tres hijos que ya son adultos, sonrió desde el momento que nos recibió en su consultorio. De fondo, el llanto de unos niños que estaban a la espera de ser atendidos. Dijo al respecto, “lloran de nervios porque se portan mal y seguro las mamás le dicen que ahora la doctora les va a poner una inyección… No pasa nada”. Un escritorio repleto de fotos de sus pacientes, “algunos ya son abuelos”, agregó entre risas. Una camilla amarilla y muchos suvenires de bautismo que la decoran alrededor. Papeles, sellos, biromes, medicamentos, fotos de sus hijos y una pequeña cascada en una repisa del fondo, “ese sonido me tranquiliza, me baja cuando los días son complicados”, explicó.
Desde muy pequeña aseguró que sabía lo que quería para su futuro. Sin embargo, aún no entiende cómo surgió esa vocación tan temprana ya que su familia estaba lejos de las carreras profesionales. “Imagínate que cuando terminamos el secundario, otra chica llamada María del Rosario y yo, homenajearon a nuestros padres con medallas de oro ya que era la primera vez que hijos de empleados municipales terminaban sus estudios”, contó con entusiasmo. Y continuó, “luego, con mi promoción del ’70, tuvimos la poca suerte de que la carrera de docente que había acá se truncó pero yo, aunque tenía que trabajar, quería seguir estudiando y tengo la convicción de que cuando uno quiere, puede. Tuve la bendición de tener una vida de sacrificios”, recordó un tanto emocionada.
En otro tramo de su discurso y volviendo a su época de estudiante secundaria, Graciela se autodefinió como una “rebelde, no era buena alumna, era más bien una piba de barrio que no obedecía mucho, no me llevaba los recreos porque Dios era grande”, contó entre risas. Y, para continuar con su relato, mencionó, “años después de que terminé esos estudios, tuve una hija y me casé. En el 80 terminé Medicina en Rosario y, posteriormente, me fui a Estados Unidos ya que la familia de mi esposo me permitió hacer ese viaje e instalarnos un tiempo allá”.
Cuando se le preguntó a Graciela por ese tiempo en el exterior ella, con mucha seguridad, recordó que lo único que quería era ser pediatra. No obstante, en Estados Unidos, pretendían y necesitaban otro tipo de especialista para atender a la población latina. Por ello, se terminó volviendo e ingresó a trabajar en un hospital rosarino, donde durante muchos años, finalmente, se dedicó a su vocación: atender a los más pequeños. “Hice una carrera de postgrado de pediatría y desde ese entonces nunca paré. Estoy cercana a cumplir 65 años y no tengo dudas de que esto, mi vocación y profesión, es lo que me permitió llegar a ser amiga de tanta gente”, afirmó.
En cuanto al trabajo diario, Graciela explicó, “nuestra tarea es trabajar con las familias, el chico es el emergente, es decir, a quien nos traen acá, pero trabajamos con una familia que está detrás”. Y continuó, “la mayoría de las veces, las patologías son, más bien, de origen social, que de origen puramente físico. Además, considero que, a veces, se cura más con una palabra que con un antibiótico. Por eso, hay que estar, ¿cómo le decís que no a un nene, que no lo podes atender, que no tenés tiempo? No se puede. Solo la enfermedad nos para a nosotros”.
Por otro lado, esta querida médica pediatra local, contó que el reconocimiento, impulsado por el Gobierno de Chajarí, en el que muchos vecinos la han postulado, la tomó de sorpresa ya que no usa redes sociales debido a que no tiene tiempo y fue por allí donde se canalizaron las votaciones. “Fue una sorpresa muy grata y quiero compartirla con la profesión que tengo, con la pediatría, con todos mis colegas, con los que no están, a quienes amé incondicionalmente, y con los que están, también. Hoy me toca a mi llevar la posta pero es de todos, ya que nuestra tarea es estar siempre al pie”, aseguró.
“A los sueños hay que soñarlos primero y, luego, trabajar, para hacerlos realidad. Y eso fue lo que hice, ya que recuerdo que tenía 5 o 6 años cuando ya sabía que quería ser médica y no paré hasta conseguirlo”, reafirmó. “A la pediatría le debo este reconocimiento que es un premio a la solidaridad, al compromiso y al estar frente a la familia permanentemente”, concluyó.
Graciela trabajó durante toda su vida de esta profesión que ama tanto. Se desempeñó en hospitales, guarderías, centros de salud municipales y consultorio, donde aún sigue trabajando a diario. Al resto de los lugares ya no concurre por su edad pero, claramente, no puede desprenderse del todo de esta vocación que, sin dudas, es su vida. Una mujer que siempre supo lo que quiso, que luchó y trabajó para conseguirlo, hoy es reconocida por la ciudad e, indudablemente, muchos de sus pacientes (aun sin saber hablar) estarán más que orgullos de ella.